HUESCA, AÑO 1522
Damián Forment se acerca a lo que en otro tiempo fue la muralla de Huesca, irreconocible ahora por las construcciones externas que soporta. No tardará mucho en ascender por las callejuelas del casco medieval entre algún que otro «agua va», conteniendo algún juramento entre dientes. Es un tipo paciente que, en esa tarde de verano, no contempla otro objetivo que descansar del agotador viaje desde Zaragoza. Espera que sea el último, pero todo dependerá de la veleidad del Cabildo del Pilar, ya se sabe que es común a todos los cabildos no soltar la plata hasta no ver satisfechos todos sus caprichos: que si los dedos de tal figura son más gordicos de lo que se pactó, que si el rictus de la Magdalena no es bastante doloroso, que si el bulto de la entrepierna del esbirro fustigador de Cristo es demasiado prominente… De momento todas las herramientas y sirvientes de Zaragoza van tras él a pie o sobre las mulas, nada queda de Zaragoza a no ser el recuerdo de una obra (el Retablo del Pilar) que él concibió a lo romano, novedosa, atrevida, y que un Cabildo pacato boicoteó amenazando con buscar a otro para tal fin, como si fuera tan fácil sustituirlo. La comitiva, más bien reata de mulas, comienza su ascenso hacia la catedral recibiendo la fétida bofetada del barrio de curtidores. Unas pocas manzanas antes de la catedral está su casa, desde 1521, tras aceptar el encargo del enorme retablo de alabastro, que el poderoso Cabildo de la Catedral de Huesca busca instalar para mayor gloria de su obispo Juan Alfonso y a mayor escarnio del Cabildo del Pilar de Zaragoza. Los sirvientes descargan las mulas en medio de un paisaje que firmaría el propio Dante: verdaderas montañas de rocas de alabastro de Gelsa que los transportistas moros han depositado sin criterio aparente en la plazuela delante de su casa. Nada hace prever el efecto celestial que estas toscas rocas tendrán cuando, una vez adelgazadas y pulidas, permitan con desgana el paso de la luz. Y el primer abrazo, como suele ser costumbre es para Úrsula, su hija del alma; sí, hay otras dos hijas y un hijo, pero ésta es especial, es la favorita de papá Damián. Úrsula que es capaz de emular a su padre con la maza y el cincel.
LA CODOÑERA, AÑO 1534
Forment bien podría ser uno de los artistas europeos más envidiados del siglo XVI; allí donde pone su impronta levanta pasiones y no es para menos. Damian Forment es garantía de calidad hasta el punto de que muchas de sus figuras podrían ser apadrinadas por el mismísimo Miguel Ángel. Por supuesto que debido a la profusión de encargos se tiene que prodigar de una obra a otra, viajando constantemente, sin tiempo apenas para dar unos retoques mágicos a los elementos más significativos de sus creaciones, así que no le queda otro remedio que subcontratar a los mejores artistas para que la calidad de las obras no decaiga. Pero hoy no le preocupa su trabajo, en absoluto. Hoy llora con su hija, de nuevo la desgracia la ha alcanzado y su hija del alma está de nuevo bajo el vil puño de la violencia. Su marido, Juan de Osso, ha sido asesinado en La Codoñera. Le preocupa su hija Úrsula y su mala suerte con los hombres. De haber sido varón, su hija estaría trabajando junto a el como brillante escultora e incluso sentaría escuela, no hay duda, la conoce bien y sabe de sus dotes artísticas. Damián, cuando abraza a su hija, se ha olvidado ya del Cabildo de Huesca y de la deuda que todavía mantiene con él. De acuerdo, subsanará algunas deficiencias, menos que las que le han señalado y ¡basta!, el Cabildo es el que tiene que claudicar, ¡es increíble después del apabullante entusiasmo que habían demostrado en la inauguración!
LIESA, AÑO 1537
Pedro Laguna, vicario de la iglesia de Liesa está nervioso. Hoy es el día pactado para que el artesano ubicado en Huesca, Esteban Solorzano, comparezca en la iglesia de Liesa con el resultado de su trabajo: un retablo dorado al agua y pintado al óleo que él, en nombre de los Jurados del Concejo, contrató hace ya casi dos años. No le gusta el tal Solorzano, le mira mal, con cara de lobo, ojos de buey y sonrisa de serpiente. Solorzano lleva mala fama: borracho, maltratador, jugador empedernido, putero, envidioso, pendenciero…, pero ha trabajado con Forment, aunque es bien sabido que salió huyendo del servicio del maestro acusado de intento de violación de su hija Úrsula. Sea como sea, trabajó con el gran maestro y algo se le habrá pegado. Cualquiera que haya contemplado el retablo de la Catedral terminado puede percibir a Dios guiando la mano de su ejecutor y si es así, pues, algo sobrará para los que fueron sus aprendices. A diferencia del vicario, los jurados están flemáticos, casi pasmados observando el camino que serpentea hasta la iglesia situada unos cuatro metros sobre el camino de acceso al pueblo, enfrente y a la misma altura que la iglesia, a unos trescientos metros de distancia, se puede observar el cementerio musulmán; estos ni gastan ni hacen gastar . Es mediodía cuando la carreta con el retablo cubierto con un sobrado guardapolvo llega hasta la puerta del coro de la iglesia de San Pedro en las afueras del pueblo. Los numerosos espectadores se apelotonan en torno al carromato. Solorzano se apea de la mula y con el ceño fruncido espanta a los curiosos, interponiéndose entre ellos y la entrada del templo. Dentro del templo espera la vieja efigie de la Virgen a que llegue el retablo y pueda instalarse bajo el dosel de su nueva casa dorada. Solorzano y su socio carpintero piden tiempo para instalar el retablo en el principal y único ábside del templo. Algunos elementos arquitectónicos reaprovechados de templos de los que se ha perdido la memoria, visigodos, asegura Pedro Laguna, envidian la suerte de la ingenua virgen de madera. Solo falta la misa y la bendición al retablo y a los presentes. El retablo resplandece en una iglesia casi en ruinas socavada y amenazada de derrumbe por la calidad de unos cimientos y un suelo inapropiados. Pedro Laguna se siente satisfecho, ha servido eficazmente a Dios y a sus feligreses.
SANTO DOMINGO DE LA CALZADA Y ZARAGOZA, AÑO 1540.
Úrsula Forment está arrodillada sobre la lápida que cubre el féretro de su padre. Solo ha transcurrido un mes desde su muerte, pero los clérigos de la catedral han sido muy espléndidos, hasta el punto de sufragar los gastos de su entierro y, por cierto, también muy diligentes completando con acierto la construcción de su tumba. Úrsula llora y reza mientras su segundo marido, Bartolomé García, la acompaña arrodillado a su lado y la consuela. El canónigo de la catedral, que amablemente los ha acompañado, bendice a la pareja antes de abandonar la tumba y los conduce hasta el retablo de Forment, la última obra del genial artífice. Bartolome no es la primera vez que visita Santo Domingo de la calzada; por su condición de mercader es un hombre viajado y ya tuvo la ocasión de visitar a su suegro mientras éste coordinaba las tareas del carpintero y del mazonero. Porque, le explica Bartolomé a su esposa, el cuerpo del retablo es de madera a diferencia del oscense, aunque mantiene la predela de alabastro: una especie de compromiso con el eclecticismo, una manera de agradar a la jerarquía eclesiástica y al vulgo en general. Claro que la obra no está terminada, por suerte, recuerda Úrsula a su marido, cobrar el precio estipulado hasta la fecha, en este caso, ha sido coser y cantar. En el taller adosado a la catedral, Úrsula recuerda aquellos dulces años esculpiendo al lado de su padre; a gusto tomaría la maza y el cincel para arremeter contra los bloques de alabastro dispersos por la estancia hasta arrancarles esas formas ideales que Platón habría envidado, esas que divinizaron el trabajo de su padre. Y sería capaz de lograr su propósito a no ser por la premura que su marido, como buen comerciante, tiene para volver a su casa en Alcorisa. Pero antes habrá que pasar por Zaragoza, allí en el taller de su padre tiene una cita con Sebastián Ximenez al que las malas lenguas acusan de sustraer herramientas del taller aprovechando el óbito de su maestro. Después piensa descansar en Alcorisa sobre todo si, como cree, el Cabildo de Huesca termina por saldar las deudas que todavía mantiene con su difunto padre y ahora con su familia.
Referencias bibliográficas esenciales:
- El Retablode la Catedralde Huesca. Dirección: Guillermo Fatás y Manuel Silva. Coordinación: Mª Sancho Menjón. Redacción: Álvaro Capalvo, Mª Sancho Menjón, Ricardo Centellas. Publicación nº 80-22 de la Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón
Wikipedia: Escultura del Renacimiento en Aragón
– El viaje de la libélula (blog)
– La pintura en el alto Aragón durante los siglos XVII y XVII. Ricardo del Arco. REVISTA DE LA SOCIEDAD DE AMIGOS DEL ARTE AÑO III.—NUMERO 1. FEBRERO DE 1914
– San Jorge de Huesca: una ermita de mediados del siglo XVI. José Luis Pano Gracia
- Catálogo monumental y artístico de la provincia de Huesca. Ricardo del Arco y Garay.
- La escultura del siglo XVI en Huesca. El ambiente histórico-artístico. Mª Teresa Cardesa García. Colección de Estudios Altoaragoneses. Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca).