¿Por dónde empezar? Vamos a situarnos. Estamos de nuevo en las pinturas de Santa María del Monte de Liesa, en concreto en el mural del segmento gótico de la misma en el que se representa una adoración de los Reyes Magos. Nos acercamos más y nos situamos en la parte lateral derecha del lienzo para observar un cubículo sobre arco apuntado donde podemos ver, con suerte, unos trazos o, mejor dicho, lo que parece un esbozo con sanguina (pigmento rojo ocre, hematita u óxido de hierro) de una escena difícil de interpretar, pues el tiempo ha castigado con dureza la primitiva representación hasta dejarla reducida unos simples trazos. Su permanencia a través de los siglos se explica por la forma en que los artesanos medievales aplicaban el ocre como base de sus pinturas: servía para hacer un dibujo preparatorio sobre el que se ejecutaría la obra definitiva. Este pigmento diluido en agua era absorbido por el enlucido de yeso, dejando una huella indeleble. Con el paso del tiempo la pintura superpuesta a estos trazos, (generalmente temple al huevo), por su menor capacidad de impregnación tiende a desprenderse y deja al descubierto las líneas de ocre del óxido de hierro. Este es el caso de esta Epifanía y del fragmento que nos ocupa.
Nuestro objetivo será conocer que objetos están representados bajo esta mitad de arco apuntado y comprender la escena en su conjunto. En principio parece que podemos identificar una bestia, que bien podría ser un caballo y una persona que porta algo en la mano en actitud amenazante. Antes de seguir he de decir que ya me había planteado en alguna ocasión qué tipo de interacción podría tener lugar entre bestia y humano sin que pudiera resolver el entuerto.
En estos últimos dos meses mi interés se ha agudizado espoleado por la necesidad. Mi objetivo era reproducir a golpe de Photoshop todas las pinturas del interior de la ermita y, desde luego, esta era la escena que más se resistía. Pero la cabeza también está para darle vueltas hasta ponerla en la dirección correcta para que los ojos observen lo que deben observar. Y los míos se fijaron en el único ojo visible de la única figura humana de la escena. Identificado el ojo y, sobre todo, su posición anatómica, solo me quedó reconstruir mentalmente la cabeza y el resto del cuerpo. Me puse manos a la obra. Tuve y sigo teniendo problemas con la posición de los brazos respecto al resto de la figura. Me sucedió lo mismo con el caballo y el objeto que porta el personaje en la mano. Ante la imposibilidad de un resultado inmediato, hice un largo paréntesis con esta viñeta y me volqué en otras que me auguraban mayor éxito.
Y mi memoria, aunque no es brillante, vino en mi ayuda en forma de flash. Recordé que el pintor precursor Renacimiento italiano, Giotto de Bondone, había compuesto una escena similar a la representada en la ermita de Liesa y, curioso, quizá en los mismos años que la de Liesa. Por si fuera poco tenía fotografías de la misma hechas con mis propias manos y cámara unos años antes en mi visita a la Capilla de los Scrovegni en Padua. Revisé las fotos y, ¡ahí estaba! Los Reyes Magos, el más viejo, Gaspar, arrodillado y sin corona ofreciendo su incienso al Niño Jesús, que le responde con el signo de la oratio o bendición (dedos índice y corazón extendidos), le siguen Melchor (el más joven) y Baltasar con sus respectivos presentes de mirra y oro todavía en sus manos. Sí, no falta la estrella errante, esa que ha sido identificada con el cometa Halley y que, al parecer, Giotto introdujo en la composición como si se tratara de una crónica de la prensa de la época. Pero mi sorpresa está en el séquito. Tras los Reyes aparecen varios camellos, por cierto, muy idealizados (solo hay que fijarse en sus ojos azul cielo) y sus respectivos palafreneros. Los animales parecen alerta, inquietos (o divertidos), ¿será el efecto de la divinidad sobre la naturaleza animal? Uno de los palafreneros, oh sorpresa, vuelve su cabeza hacia el camello más próximo situado tras él, al tiempo que sujeta en corto las riendas cerca del cabestro. La composición me recuerda con fuerza la del mural de Liesa. Ahora creo que puedo completar la escena hasta un punto razonable. Por si fuera poco, acabo de identificar la cabeza de otro caballo, con lo cual me atrevo a cerrar la escena y realizar una primera aproximación a la misma con el Photoshop.
Sí, hay muchos parecidos entre las dos representaciones, como para no entusiasmarse, o alarmarse. Por ejemplo, Gaspar, a diferencia de otras representaciones medievales, ha descubierto su cabeza ante la divinidad admitiendo que su magia es de inferior categoría que la de Dios. Si la escena de Liesa fuera visible hasta su límite inferior, con toda seguridad podríamos contemplar la corona regia de Gaspar a los pies de la Virgen. Pero, Giotto pinta camellos, no caballos como el «maestro de Bierge». Sí, y tampoco se pueden establecer similitudes respecto al estilo. Hay que insistir que el estilo de Giotto es tan innovador que prefigura nada menos que el nacimiento del Renacimiento en Europa, tal es así que, a su muerte, sus compañeros de profesión reconocieron que no se podía dar continuidad estilística a su obra, así que el Renacimiento en pintura sufrió un eclipse y tuvo que esperar la llegada de Masaccio en el siglo siguiente. Entonces, ¿qué queda de similar? El relato, y es suficiente para dedicarle tiempo a especular por qué.
Por si fuera poco, existe una nueva representación de la adoración de los Reyes Magos obra de Giotto, 15 años más tarde, esta vez en la basílica de San Francisco de Asis (en Asís, Italia) que ratifica y rubrica la anterior. En ésta, el palafrenero todavía está más volcado en la tarea de sosegar a los camellos y su figura, en un escorzo forzado, da la espalda de forma descarada al divino pesebre.
¿Conocía el pintor de Liesa la Adoración de Giotto? ¿Existía un prototipo o modelo de representación de la adoración de los Reyes Magos que era conocido y canónico para toda Europa? Preguntas de difícil o imposible respuesta. Mi intranquilidad con la primera solución e interpretación me llevo a registrar todos los cajones de la red. Y allí estaba, en el fondo de uno de ellos: una nueva interpretación, en esta ocasión el palafrenero fustiga con un látigo de tres puntas a un rebelde e hiperactivo caballo alazán. !Un caballo, no un camello! Se trataba de la Adoración de los Reyes Magos debida a Fra Angelico y perteneciente a una colección privada Suiza. La semejanza con el relato de Liesa comenzaba a ser total y, de propina, resolvía una duda que todavía me asaltaba: las riendas no acababan de casar con el esbozo en sanguina que surge de la mano del palafrenero de Santa María del Monte. Ahora tocaba rehacer el trabajo con el Photoshop y configurar una nueva escena digital, pasando por encima de lo políticamente incorrecto a las puertas de lo que hoy sería un pecado de maltrato animal, pero que en la representación de Fra Angelico no parece conmover a nadie. En fin, otros tiempos y otras sensibilidades, ¿no? En este caso se trata del año 1425, es decir un siglo después de la última Adoración de Giotto. Durante este siglo los camellos se han convertido en caballos, las bestias se han puesto al borde del colapso emocional y a los palafreneros les ha aumentado el trabajo exponencialmente. ¿Por qué todo este ajetreo? Lo cierto es que no he encontrado ningún relato de la Epifanía o Epifanías que trate este episodio, quizá el relato es solo visual y fabricado al final del gótico, quién sabe.
Obligado a rectificar por la irrupción de la obra de Fra Angelico, coloco un látigo de tres puntas de plomo en las manos del palafrenero maltratador, pero sigo sin estar satisfecho. Me inquieta la posición de los brazos, quizá el susodicho siervo amenaza con el látigo de la mano derecha, mientras sostiene en corto las riendas de los dos caballos con la izquierda, de tal forma que los dos brazos están a la misma altura. No le voy a dar más vueltas porque lo que me interesa resaltar ya está a la vista: existe una influencia clara los relatos italianos y la representación del «maestro de Bierge» y eso podría tener importantes connotaciones a la hora de establecer una fecha aproximada de ejecución de las pinturas de Liesa.
Resulta evidente que la península ibérica fue muy permeable a las innovaciones artísticas italianas durante la Baja Edad Media y el Reino de Aragón quizá lo fue aún más, si cabe, por su cercanía política y geográfica. El pintor de Liesa, según mi criterio, conocía el relato icónico de los primeros renacentistas italianos pero desconocía su estilo, él continuaba inmerso en la secular retórica gótica porque, con toda seguridad, era el público el que seguía demandando escenarios sin perspectiva y personajes desprovistos de emociones. De ser así, La Epifanía de Liesa debería retrasar su fecha de ejecución hasta mediados del siglo XV, en unas fechas que Italia había entrado ya de lleno en el Renacimiento.
Las escenas de adoración de los Reyes Magos se fueron repitiendo en toda Europa copiando el relato pero no la forma de representarlo. El estilo renacentista tardó en dominar la escena artística en los territorios que hoy son nuestro país, de modo que el barroco, invención evidentemente hispana, acortó su vida a no mucho más de cincuenta años.
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Para saber más sobre el tema concreto de la adoración de los Reyes Magos:
Una Iconografía polémica: los Magos de Oriente. Patricia Grau-Dieckmann
La Epifanía. Laura RODRÍGUEZ PEINADO. Universidad Complutense de Madrid. Dpto. Historia del Arte I (Medieval). lrpeinado@ghis.ucm.es
Una visión documental del Medievo aragonés y sobre todo el emparentado con Liesa en http://www.romanicoaragones.com/00-IntroduccionGeneral.htm de Antonio García Omedes. Imprescindible.
JESÚS VIÑUALES BORAU