Un par de años después de la publicación de la web de Liesa (liesa.info), allá por el año 2005, tuve la suerte de recibir un correo de D. Manuel Benito Moliner, experto en etimología, que aclaraba la evolución del topónimo Liesa. Rezaba así:
Liesa encaja muy bien en un étimo latino ECLESIA que en Aragonés dio ILESIA, y con la diptongación romance: ILIESIA que, por la difícil pronunciación se concretó en LIESA. Históricamente consta la existencia de una iglesia mozárabe fundada en época visigótica (Durán Gudiol en La iglesia de Aragón), de esta época tan poco prolífica en materiales se hallaron algunas fíbulas y otros restos en Nta. Sra. del Monte, antiguo lazareto ligado a los sanjuanistas de Foces.
Muchos años después, y tras varias entradas dedicadas a las iglesias de Liesa en este mismo blog, soy consciente de la importancia del topónimo Liesa en la búsqueda de la raíces cristinas peninsulares. Es muy posible que los invasores visigodos hallaran un fuerte sustrato cristiano en el Somontano oscense cuando se asentaron en dicho territorio. Me estoy refiriendo al siglo VI de nuestra era y los vestigios arqueológicos visigodos de Liesa nos dan a entender que la ocupación fue intensa, la prueba esencial es el montículo de la ermita de Santa María del Monte. ¿Es posible que a su llegada existiera ya un lugar de culto cristiano y que los visigodos le dieran continuidad? ¿Construyeron los descendientes de esos visigodos una nueva iglesia durante el periodo musulmán? Sea como fuere, es evidente que el topónimo ECLESIA pasó a señalar desde muy antiguo un lugar de culto concreto, válido para un gran territorio, lo cual nos da idea de la importancia del lugar. No están claras las etapas y vicisitudes por las que pasó esa iglesia de Liesa hasta aparecer en los documentos históricos a los que ya he dedicado mi atención con anterioridad. Lo que sí sabemos es que pudo existir una primera iglesia visigoda de estilo mozárabe y que siglos mas tarde, ya en el siglo XVI, con multitud de remiendos románicos, estaba francamente deteriorada hasta hacer recomendable su abandono. El documento que traigo a colación da noticia precisamente de ese abandono, concretando en una fecha: 17 de mayo de 1723. Un segundo documento, con fecha de 27 de enero de 1761, de menor entidad histórica, da cuenta del permiso de construcción de la casa nueva del cura, próxima a la iglesia bendecida 38 años antes.
Y de justicia es reconocer la ayuda del deán de la Catedral de Huesca, D. Juan Carlos Barón Aspiroz, que me facilitó el registro fotográfico de los documentos que hoy presento, junto a otros que en su momento expondré. Mi agradecimiento y felicitación por su labor, que hago extensiva a todos los clérigos que durante siglos protegieron y cuidaron con celo el patrimonio material de la Iglesia. Sin su trabajo abnegado, muchos tramos del pasado permanecerían a oscuras para la ciencia histórica.
Explicación del documento:
Mosen Gregorio López, cura de Liesa nos da cuenta de la consagración y bendición de la nueva iglesia de Liesa, a fecha 17 de mayo de 1723. Se trata de la inauguración formal de una obra que, se supone, comenzó en 1699. Para ello se hizo coincidir el traslado del Santísimo Sacramento, de una iglesia a otra, con la fiesta del pueblo y la romería que secularmente se celebraba en el pueblo desde el siglo XIV. Se trata de un escrito testimonial en primera persona con toques informales y referencias personales. Más allá de la consagración de la nueva iglesia, mosen Gregorio se extiende en detalles y anécdotas acerca del pueblo de Liesa y de su personal romería a San Urbez (se supone que de Nocito).
Lo primero que relata, quizá haciendo publicidad de los efectos metereológícos de la romería y de las bondades del monte de Liesa, es que la familia de Juan Francisco Biñuales cosechó una cebada excelente el 28 de mayo, festividad de Santa Ubaldesca, que fue trillada el día 30 de ese mismo mes. Parte de esa cebada se vendió a buen precio, en concreto a 14 reales el caíz y el resto parece que quiere indicar que se empleó en saciar el apetito a los pobres que, según mosen Gregorio debían ser muchos. El cura aprovecha la ocasión para glosar las bondades productivas del monte de Liesa y su papel salvador para las personas desfavorecidas.
Una última sección del escrito nos informa de que el invierno que siguió a continuación fue suave y, finalmente, destaca su peripecia personal en la primavera en san Úrbez. No sabemos si era una costumbre de los pueblos cercanos acudir a la romería o “veneración” de san Úrbez, que al parecer se rrealizaba el 12 de abril (desconozco si perdura todavía la costumbre). Tampoco sabemos si a dicha concentración de fieles ( se supone que en la ermita de san Úrbez de Nocito), debían acudir por algún tipo de compromiso determinados clérigos. Lo que nos cuenta mosen Gregorio es que él decidió acudir precisamente ese año, con tan mala fortuna que su estancia en san Úrbez coincidió con un fuerte temporal de lluvia y nieve que obligó a suspender determinados actos, entre ellos -y parece lamentarse-, la procesión. Para consuelo y alegría de todos el agua de lluvia no faltó en el resto de la primavera, lo que fue la garantía (aunque no es explícito en el documento), de una buena cosecha.
Una pequeña explicación de este segundo documento: D. Antonio Isarre, como cura de Liesa, da cuenta del permiso que D. Pedro Mancho, vicario general de la Diócesis de Huesca, le concede para vender su casa actual junto a la iglesia antigua y edificar una contigua a la nueva iglesia. Como sabemos por el documento anterior, ésta última funcionaba como centro parroquial desde 1723, pero, al parecer, la vivienda del cura permanecía junto a la iglesia antigua y, era de suponer que estaba en unas condiciones pésimas. Así que, mosen Antonio Isarre, abandonará su casa en el arrabal de Liesa (podía ser una de las casas de tres pisos pegadas a los actuales restos: casa Asorda, casa Abadías, casa Simón…) y se mudará a otra que se construirá en la primicia ( es decir, en un lugar donde se recogen los impuestos en especie de toda la feligresía), que es muy posible que se encontrara en la que hemos conocido como casa del Cura y que ahora es el club social del pueblo. No obstante, parece que mosen Antonio contempla con preocupación la merma de espacio de su ubicación futura respecto a la abadía antigua y se reserva en ella dos espacios (para sus sucesores, dice), en los pisos superior e inferior de la Limosna (seguramente se refiere a una dependencia próxima a la iglesia antigua y que era propiedad de la diócesis de Huesca). ¿Y el dinero? En la última parte del documento, del cual faltan algunos fragmentos, D. Pedro Mancho, vicario general de la diócesis, da permiso explícito para que mosen Antonio invierta en la construcción de su nueva casa el dinero de la venta de la antigua, a saber, 200 sueldos jaqueses (pagados por Pablo Bernat, Miguel Pérez, y Jaime Miro), pero, ojo, advirtiéndole que debe ser construida en los graneros de la nueva primicia y que, tanto él como sus sucesores, deben proveer de los espacios necesarios a la misma y cuidarlos a perpetuidad. Una última consideración que se hace en el documento (tras una fecha fallida y tachada) es que todo el acuerdo se registre por escrito en los libros documentales de la parroquia. Por tal motivo, el pliego tiene, sobre todo, valor documental pero no legal, aunque no hay que dudar que debió (o debe) existir un documento firmado por las partes interesadas. Prueba de ello es la existencia de dos fechas (1760 y1761) sobre el mismo objeto pero con distintos objetivos.
En torno al contenido de estos dos documentos se pueden hacer multitud de deducciones e incluso elucubraciones que, sobre todo, a los que somos del lugar nos den una visión más profunda de quiénes y cómo eran nuestros antepasados y, ante todo, de por qué somos como somos nosotros. Son los documentos como los que he expuesto en esta entrada de blog los que arrancan del olvido a personas de nuestro pasado y nos las presentan tal cual fueron, de carne y hueso.
La aventura continuará.
Y hablando de protección y divulgación del patrimonio, es preciso reconocer la labor del que fue canónigo-archivero de la Catedral de Huesca, D. Antonio Durán Gudiol, tanto en su función propia de archivero como en la de historiador. Son muy interesantes algunas obras suyas como:
- Los manuscritos de la Catedral de Huesca. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Huesca 1953.
- La Iglesia de Aragón durante los reinados de Sancho Ramírez y Pedro I (1062?-1104). Iglesia Nacional Española. Roma, 1962
- Arte altoaragonés de los siglos X y XI. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja. Sabiñánigo, 1973.