De nuevo en las pinturas de Santa María del Monte de Liesa. Esta vez el propósito es detectar las miserias del artífice de las mismas. Suena feo, pero se trata de un simple y legítimo ejercicio de búsqueda de indicios que nos pinten el retrato del hombre o mujer que está detrás de la obra. Si no le he hecho ya quiero dejar aquí el testimonio de admiración por esas pinturas y aclarar que forman parte inseparable de mi vida. Detrás de esos trazos sanguinos hay una persona común, un artesano, un obrero anónimo que dejó una obra rotunda, aunque en el proceso se permitió errores que fue corrigiendo sobre la marcha a fin de que no dejaran huella en el resultado final. Vamos a analizar alguno de ellos, advirtiendo de antemano que lo que para el profano puede resultar un error, en muchos casos no es más que un artificio que forma parte de la técnica de los ilustradores murales medievales.
En el martirio de San Vicente podemos detectar en la viñeta correspondiente a su crucifixión un subrayado sospechoso que recorre los nombres de los actores de la misma. Importante detalle ya que nos indica que el autor tropezó con algún problema ortográfico o pictórico. El tachón, además, nos pone sobre la pista de la técnica pictórica usada en el conjunto de la obra. Se podría suponer que los supuestos errores ortográficos se corrigieron pintando con el rojo del fondo sobre las palabras mal escritas y volviendo a escribirlas correctamente. Así se explica que los rectángulos que enmarcan dichas palabras (DACIANUS y S VINCENCIUS) sean de color rojo más oscuro que el resto del fondo, al haberles afectado en menor medida la potente erosión o desgaste de la capa de temple que recubre el gesso original.
Desconocemos si el pintor era capaz de leer y escribir con soltura o solo pintaba las letras que tenía apuntadas en sus esbozos y modelos. En el caso de la efigie de Santa Catalina podemos observar el descuido, despiste o negligencia del pintor que omitió la letra R del nombre de S(anta) CATE(R)INA por lo que se vio obligado a colocar la R de forma forzada sobre las letras EI de de dicho nombre. ¿Por qué no procedió como en el caso anterior repintando y reescribiendo el nombre correctamente? Quizá le pareció un error insignificante no digno de enmienda, habida cuenta de que lo importante de la imaginería gótica popular son las figuraciones, la historia en sí y no la parafernalia docta de la escritura que las acompaña. Con seguridad eran muy pocas las personas que sabían leer con cierta soltura. Ya se sabe, las pinturas iban dirigidas al corazón de la gente no a su cerebro.
Rectificación de rasgos faciales en orante de Epifanía
El caso del personaje orante, un tal «… DE CASTILLON» difiere de el de los dos anteriores. No hay error ortográfico, más bien parece pictórico. Si observamos con cierto detenimiento vemos dos tipos de líneas, rojas y negras, que se contradicen mutuamente. De nuevo, tal como hemos indicado en alguna otra entrada de este blog, los trazos rojos se corresponden con un primer bosquejo de la figura con ocre rojo, mientras que los negros son líneas definitivas. Por desgracia no podemos contemplar la imagen definitiva pero sí sabemos que el trazo rojo corresponde a una persona joven, un hombre genérico que necesita concretarse con sucesivas capas de pintura al temple. Al pintor no le importa la precisión de las líneas rojas, solo crear el volumen adecuado, así el hombre joven acaba transformado en un hombre mayor, el primero imberbe, el segundo con barba y pelo bien delimitados por líneas negro carbón. Es llamativa la corrección de la posición del ojo acorde con el resto de elementos faciales. No hay error aquí, solo adecuación de la técnica a los fines que persigue.
Un caso particular lo ofrecen los dibujos geométricos de la pared que hace de cabecera de la ermita. Podríamos pensar que es un desconcertante galimatías, un desordenado puzle con el que el pintor quiere que juguemos. Confieso que me intriga y que no tengo una explicación clara sobre el mismo. Es posible que la pared se reconstruyera tras haberse derrumbado o en previsión de que lo hiciera, también lo es se volvió a construir con esos mismos elementos pero sin cuidar su continuidad. De cualquier modo, a falta de una explicación final, no he visto obstáculo para intentar su recreación digital, primero buscando los patrones lineales que se repiten, analizando los tonos y colores de los elementos fundamentales, por último estableciendo las proporciones y relaciones entre ellos. El resultado es el que muestro en las composiciones que siguen, aunque hay algo que no va a aparecer en ellas, ese algo es mi sorpresa al comprobar presencialmente que lo que he obtenido visualmente está muy cerca de algunas composiciones bizantinas. Intentaré dedicarle algo de tiempo y espacio a las cenefas de estas pinturas ya que creo que necesitan una atención exclusiva.
JESÚS VIÑUALES BORAU