Recuerdo mi primera visita al claustro de San Pedro el Viejo de Huesca. Conocía de alguna otra ocasión el interior de la iglesia y nada me hacía presuponer lo que me esperaba. Ocurrió hace muchos años y todavía tengo frescas las impresiones que me causó. En principio me embriagó un deseo irrefrenable de dibujar aquellos capiteles y, en primer lugar, los motivos geométricos vegetales. Las pocas fotografías que tiré sirvieron a ese propósito, así que hice varios dibujos que, por desgracia, han desaparecido a lo largo de mi longeva historia personal. ¿y ahora qué? Ahora ataco con el Photoshop y espero no traspapelar estos diez dibujos digitales que voy a realizar. Todos ellos sin utilizar ni una pizca de inteligencia artificial y, quizá, y ya lo siento, poca inteligencia natural. Aunque, eso sí, están hechos desde el certero disfrute de mi faceta artesanal.
Desconozco si los capiteles de este claustro estuvieron policromados durante algún periodo de su vida, aunque sí que sabemos que fueron reconstruidos en parte a finales del siglo XIX. Mi propósito es crear un poema cromático inspirado en los motivos vegetales, sean tallos, hojas, flores, frutos o combinaciones de estos elementos. Para ello he escogido líneas nítidas para representar los contornos y colores pastel para el interior de estos objetos. Esto no significa que desprecie el papel que estos elementos vegetales tuvieron para sus creadores y observadores medievales. Pero hay que decir que esa no es mi intención principal. Tampoco pretendo formar parte de la vieja polémica entre los que ven en estas cenefas y roleos unicamente un propósito estético o decorativo y aquellos que se empeñan en identificarlos por doquier y en todos los casos con simbolos cristianos (o paganos).
Es mucho mejor pensar que todos estos objetos vegetales o paravegetales (perdón por el palabro) forman parte del patrimonio figurativo occidental de motu proprio o por adquisición cultural a lo largo de los siglos y que, por tanto, son inseparables de cualquier elaboración cultural de la Edad Media. Sus referencias hay que buscarlas tanto en el arte clásico griego y romano, sobre todo a través del filtro bizantino, pero sin olvidar las aportaciones de la simbología musulmana y judía. En el caso concreto de estos capiteles podemos afirmar que guardan una completa unidad estilística, por cierto, de sobresaliente ejecución, y que son de una riqueza y variedad imaginativa notable.
Parece que se ha pretendido representar un planta carnosa y vivaz, aunque su identificación es complicada. Podría ser una palmácea, pero nos disuade su composición en forma de roleo. En fin, que era una de las que más me gustaba y fue la primera que probé con el Photoshop. Nótese que en el capitel si que hay representada una gran hoja de palma. Con independencia de su filiación si que quiero hacer notar el esfuerzo logrado del escultor por la ficción naturalista.
De nuevo nos encontramos con una incógnita respecto a la planta que se ha intentado representar. Solo podemos constatar que de un intrincado tallo nacen tres largas hojas a espacios regulares. Como desconocemos la escala de la representación bien podríamos decir que se trata de un acanto algo idealizado. De ser así contendría un fuerte simbolismo en relación con la regeneración del alma y su eternidad, pero solo son conjeturas.
En este caso se trataría de palmetas fuertemente esquematizadas entre cuyos tallos se asoman lo parecen ser grandes hojas (o piñas). Las palmas, palmetas o palmeras aparecen en arte medieval como paradigmas de la regeneración del alma y la victoria (en tiempos romanos sobre los enemigos) del alma sobre la muerte.
También complicado de interpretar, aunque en este caso podría tratarse de un lirio de agua o cala. Era un motivo decorativo bastante común en la imaginería medieval, aunque en este caso despista la frondosidad de las hojas que rodean el gineceo. De ser así tendríamos una de las identificaciones simbólicas más evidentes de todo el claustro por cuanto el lirio en el cristianismo era sinónimo de pureza, inocencia y virginidad.
Aquí el motivo está claro: son palmas. Y los son a todas luces porque de ellas hay toda una panoplia a lo largo de toda la geografía figurativa del Medievo. Por si no quedó claro su relación con la inmortalidad del alma, vuelvo a insistir aquí. Fue ampliamente utilizada como símbolo y elemento decorativo desde los primeros tiempos del románico; véase las decoraciones de la iglesia de San Miguel de Lillo (Oviedo)
Roseta de cinco pétalos (¿árnica?,¿matricaria?). Su relación con la medicina y la curación es inmediato, para el vulgo medieval también, por supuesto. Lo curioso respecto a las rosetas es su relación directa con la numerología: dime cuántos pétalos tiene y te diré sus propiedades. Así que en estas contamos cinco por lo que ya podemos decir que son el símbolo iniciático del ser humano. Como curiosidad podemos decir que parece que en este caso se ha colado un elemento hebraico (nada extraño ya que sabemos que existía población judía en Huesca) que representa la Ley de Moisés.
Vid. Elemento prolífico y complejo desde el punto de vista simbólico. Muy usado en la iconografía desde la más remota antigüedad, su relación con la divinidad siempre ha sido estrecha. En el mundo clásico aparecía en las representaciones de Baco-Dionisos y en los relieves funerarios. Es muy conocido el traspaso de funciones y la asociación de estos dioses con la figura de Cristo que se realizó al final de la época imperial romana y que terminó con la función asociada al vino en la Eucaristía. No es de extrañar que, dada su importancia simbólica, aparezca repetidamente en la figuración cristiana medieval.
¿Granada, coliflor, piña fracasada? Es evidente los problemas que tenían los artesanos medievales para el acompañamiento foliar de las piñas que, por otra parte, solían aparecer con frecuencia en sus representaciones. En todo caso se intenta plasmar un fruto místico encerrado en un caparazón que, para mayor gloria de todos, acabará desprendiéndose. Así les ocurre a los pecadores en presencia de la verdad por la gracia divina.
Se trata de medias palmetas que tienen claros referentes en el arte islámico. Ya hemos comentado el papel alegórico de las palmeras en el arte sacro medieval así que no habrá que insistir.
Quizá se trate de hiedra aunque las hojas no me acaban de encajar como tal. Si fueran más ovaladas o redondeadas podríamos afirmar con rotundidad de que se trataba de tréboles, pero no es el caso. De cualquier forma cualquier hoja trilobulada nos remite al dogma de la Santísima Trinidad. En el caso concreto de la hiedra sabemos que retrata la inmortalidad o, mejor dicho, la eternidad divina.
Eso es todo. Si eres capaz de identificar mejor alguna de estas tramas vegetales, escríbeme aquí en el blog. Te lo agradeceré, y conmigo todos los eruditos patrios y foráneos. Por supuesto, no he retratado todas decoraciones de todos los capiteles, lo cual no óbice para que no lo haga en un futuro próximo. También es muy posible que hay un monográfico de monstruos y bestias pardas de estos mismos capiteles. Todo se andará.
BIBLIOGRAFÍA:
- Roberto Benedicto Salas: La construcción de la arquitectura románica. Institución Fernando el Católico.
- Quiñones Costa, Ana María: La decoración vegetal en el Arte Español de la Alta Edad Media: su simbolismo. Memoria para optar al grado de doctor. Dirigida por Fernando de Olaguer-Feliu Alonso. Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Geografía e Historia. Madrid, 2002.
Precioso y laborioso!!!
Abrazos
Gracias Tere por tus ánimos que me impulsan a seguir por este camino, y por otros similares.